miércoles, 22 de abril de 2015

El proceso de contratación quizás debería ser igual para todos



Se podría argumentar que a diferencia de los recién  graduados, las personas con experiencia ya son conocidas entre las empresas, ya han demostrado lo que pueden hacer y de lo que son capaces y por supuesto cuentan con un historial y una reputación laboral. 

Gracias a esa reputación y experiencia laboral no  deben pasar por los mismos procesos de reclutamiento y selección que los recién graduados, pero quizás debería serlo para no alimentar egos, ya que están tan seguros de su experiencia que pierden el valor de la empatía, la sinergia y la creatividad.

Por esta razón Les quiero compartir  una historia, se trata  de la experiencia de una madre y su hija, ambas se encontraban participando en un proceso de selección para conseguir un empleo, sin embargo los escenarios que vivieron fueron muy diferentes debido al factor experiencia, espero que les gusté...

Historia

Un día el mes pasado, mi hija y yo nos levantamos, nos pusimos nuestras mejores ropas y fuimos a entrevistas para diferentes puestos de trabajo.

A ella, una recién graduada, la estaban considerando para una posición de bajo nivel en una organización a la que muchas otras personas también quieren unirse. Para obtener esta entrevista ella había tenido que franquear muchos obstáculos, entre ellos rellenar un formulario con 15 páginas de preguntas deprimentes como “Describa un momento en que haya aprendido de un error”, una prueba de inteligencia y una serie de pruebas por escrito. 

Yo no soy tan recién graduada – salí de la universidad hace 35 años – y me estaban considerando para un puesto de nivel alto, como directora no ejecutiva. Para avanzar tanto en el proceso de contratación yo no había hecho prácticamente nada: había enviado mi  currículo y nada más. 

El día en cuestión, mi hija se presentó a las 8:30 am para un proceso que duró seis horas. Por el contrario, mi entrevista comenzó a las 2:00 pm y terminó antes de la hora del té. 

Para ella, el día comenzó con un ejercicio grupal, durante el cual todos los candidatos tuvieron que demostrar que eran tanto asertivos como incluyentes, seguido por una presentación que cada uno tenía que darle a un público que estaba siendo deliberadamente entorpecedor. A la hora del almuerzo, los candidatos fueron agrupados y la mitad de ellos fueron enviados a casa sin contemplaciones, estilo X-Factor, mientras que el resto pasó por una nueva serie de entrevistas grupales, calvarios y otras múltiples travesuras. 

Mi día, o más bien mi hora, no incluyó pruebas ni preguntas difíciles. En lugar de eso, me senté en un sofá y tuve una agradable charla con el cortés presidente de la compañía, quien lejos de intentar hacerme tropezar, hizo hasta lo imposible por ser amable. Me dijo que no había duda de mi capacidad para hacer el trabajo: lo que le interesaba era ver si yo me “ajustaba” al resto de la junta directiva. 

Esa noche comparamos notas tomando unas copas de vino, mi hija exhausta, y yo relativamente vivaz. Le hice el comentario de que la vida es mucho más fácil y menos competitiva a medida que envejecemos. Una vez que uno se ha subido a la escalera, se puede seguir subiendo, sin más preguntas al respecto. 

Parece que su experiencia de búsqueda de empleo es perfectamente normal para su generación; en la BBC, la competencia por el programa de capacitación de periodistas hace que entrar a Harvard parezca un juego de niños. En Goldman Sachs es peor todavía – sólo contratan el 3 por ciento de los 267,000 solicitantes. Para conseguir un trabajo, los graduados tienen que pasar prueba tras prueba, se les evalúa el coeficiente intelectual, el coeficiente emocional, el conocimiento, el liderazgo, la resistencia, la creatividad – todo para cargos inferiores en los que la mayoría de estos atributos no serán necesarios. 

Por el contrario, a nivel directivo, donde todas estas cosas realmente cuentan, todo se basa en la confianza. ¿Por qué el presidente dijo que no estaba en duda mi capacidad para hacer el trabajo? Realmente sí debió haberla puesto en duda. 

Se podría argumentar que a diferencia de los graduados, las personas con experiencia ya son conocidas. Ya han probado lo que pueden hacer. Ya tienen historiales. Así que todo lo que queda por hacer es probar si existe ese “ajuste” que es tan difícil de alcanzar, y la única manera de hacer esto es sentarse en un sofá y tener una agradable charla. 

Pero no estoy convencida. No sólo nunca sabemos cuánto alguien rindió en su último trabajo, suponemos que la experiencia en un área se traduce a otra (lo cual a menudo no sucede). 

Esto no quiere decir que los centros de evaluación son necesariamente una buena forma de captar personas; simplemente que estaría mejor que el trabajo que hacen con los recién graduados, lo hicieran con las personas con experiencia. 

En el caso de los recién graduados, no tiene mucho sentido gastar tanto en encontrar a los más inteligentes y útiles en el puesto, ya que ésos serán los primeros en desertar. En cambio, sería más inteligente ser más relajados al momento de asignar empleos básicos, y luego dejar que la única prueba que funciona – el rendimiento de las personas – decida quién se queda y quién no. 

En el caso de los no ejecutivos, se necesitar acertar la primera vez, ya que no se puede invitar a la gente a unirse a la junta por un período de prueba para ver qué tal les va. Afortunadamente, hay algunas cosas obvias que se podrían probar por adelantado. El trabajo implica leer cuentas y montones de papeles – por lo que sería irresponsable no comprobar de antemano si la gente puede contar, leer rápidamente y encontrar las agujas correctas en los pajares de los documentos. 

Me imagino que la razón por la que nadie contrata de esta forma es que el tamaño de los egos de los candidatos es tan grande que se resisten a ser sometidos a pruebas – pero ésa es la mejor razón de todas para hacerlo. Existe una relación inversamente proporcional entre el tamaño del ego y la eficacia de la gestión empresarial, y por lo tanto, si el proceso de selección disuadiera a los más arrogantes de aplicar, ya eso sería un resultado en sí mismo.

jueves, 9 de abril de 2015

9 de Abril Día Internacional de la Diversión en el Trabajo. Los beneficios del humor en el entorno laboral



El Día Internacional de la Diversión en el Trabajo se celebra  para recordar que el trabajo "no tiene por qué ser gris, que la seriedad no requiere solemnidad y que el humor ofrece importantes beneficios para cualquier organización y para su equipo humano, incluso en momentos de crisis.

Según varios estudios se ha comprobado que el buen humor reduce el estrés, estimula la motivación, potencia la creatividad, cohesiona los equipos humanos, potencia el impacto persuasivo de los mensajes de venta y fomenta un clima laboral más agradable.

El desarrollo de una organización es inseparable del aprendizaje conjunto de los miembros del equipo de la compañía. Y para que esto se dé es necesario que haya buen humor en el grupo. Con energía positiva y buena energía será más fácil crecer. 

Una amplia sonrisa colabora muchísimo en facilitar y dinamizar las relaciones interpersonales entre los empleados. Por esta razón, siempre me he preguntado en qué momento las personas dejan de divertirse, quien es el responsable de transmitir el  paradigma de que ser profesional significa vestir traje sastre,  mantener una postura firme, y una eterna mascara en la sonrisa.

Esto parece aún más extraño cuando  las personas sabemos que  pasamos  la mayor parte de nuestro   día dentro del ambiente de trabajo, lidiando con nuestros compañeros, clientes, proveedores y con nuestros superiores.Es verdad que  de vez en cuando acontecen situaciones que se escapan de nuestro control, situaciones no planeadas. que provocan Irritarse, enfadarse o ser agresivo, pero estas no mejorarán en nada la situación; al contrario, el mal humor solo lo alejará de sus compañeros y los clientes se quejarán de usted a sus superiores, quienes acabarán desconfiando de su equilibrio emocional.

Existen varios estudios sobre la importancia del buen humor en el ambiente de trabajo. James Lin, un psicólogo estadounidense, afirma que “quien ríe en grupo, trabaja mejor”. De esta manera, la energía positiva creada por el buen humor, proporcionará un mejor ambiente de trabajo.

El buen humor también debe estar presente dentro de los niveles jerárquicos más elevados, ya que estas personas servirán de referencia a su equipo de colaboradores. Si los jefes y gerentes fueran cerrados, antipáticos o malhumorados, esto se reflejará en todo el equipo.

Por otra parte, el buen humor utilizado como medio para tratar situaciones límite o muy conflictivas en los equipos de trabajo, es una excelente forma de concentrar la energía en la solución del problema y el humor aplicado a la resolución de situaciones conflictivas otorga la posibilidad de reírse de uno mismo a nivel individual, grupal y organizacional. Asimismo, deja en evidencia actitudes, tics, hábitos y formas de comportamiento grupales que de otra forma son muy difíciles de detectar.

Por supuesto que sabemos que la cantidad de humor depende del perfil de cada persona. Pero este puede demostrarse en mayor cantidad, cuando se tienen buenas condiciones de trabajo que generen satisfacción profesional.

A continuación enumeramos algunas actitudes que podrán ayudarlo a tener un mejor humor:

  •      Busque su felicidad.
  •      No esconda sus sentimientos.
  •      Sea siempre usted mismo, actúe con naturalidad.
  •      Haga amigos, sea proactivo y participativo.
  •      Sea tolerante con quien no comprende su estilo de vida.

Haga una broma, converse, hable sobre cosas que encuentra interesantes. Y principalmente: ¡sonría! Y no olvide que esto también se aplica dentro de su ambiente familiar. De este modo, usted estará siempre de buen humor, en su casa o en el trabajo.

Que tengas un gran dia!, espero tus comentarios......