domingo, 4 de enero de 2015

Sabes que es el salario emocional?




Es un día Martes como cualquier otro, el reloj marca las 15.00 horas en el reloj de la parada del autobus y  de pronto decenas de personas empiezan a salir de un edificio en un barrio a las afueras de la Ciudad de Madrid.  Parece ser la pausa para come a primera vista,  pero  en realidad, es la salida del trabajo. No es un día festivo ni un horario especial de Navidad. En esta oficina es lo cotidiano. Ocurre a diario desde 2008. 

En esta empresa se acordó con la plantilla de aproximadamente 9.000 trabajadores, universalizar la jornada intensiva: trabajar de 7.15 a 14.50 con 45 minutos de flexibilidad a la hora de entrar o salir todos los días del año. “La medida podía beneficiar a los trabajadores y era buena para la compañía".
dice el director de recursos humanos de la compañía.

 Seis años después, el mismo director, que estuvo al frente de ese cambio, defiende la decisión con cifras: “Hemos mejorado la productividad y ganado más de medio millón de horas de trabajo anuales. Hemos reducido en un 20% el absentismo y un 15% los accidentes laborales”. 

Conciliación y salario emocional

La jornada continua reduce gasto de las empresas y, de media, aumenta la productividad un 6%, según la investigación Productividad y empleo elaborada por la Universidad de Zaragoza.

"El salario emocional hace referencia a la percepción que tiene el trabajador con respecto a su empresa". Si esta le cuida, será mayor. La flexibilidad y la conciliación aumentan ese salario emocional. 

Las compañías que aplican este tipo de políticas aumentan su productividad un 19%, según el Barómetro de Conciliación Edenred-IESE 2012. Además, los empleados se sienten cuatro veces más comprometidos con la empresa y con su trabajo.

Debido a la crisis economica global, las empresas han recortado el presupuesto dedicado a conciliación; se aprecia una reducción de hasta un 40% de las inversiones, según datos del observatorio demográfico y consultoría PeopleMatters.


Testimonios 

"Por la mañana, llegas con otra mentalidad”, cuenta Teresa Roch, de 31 años y que trabaja en el departamento de recursos humanos. Tras un tiempo trabajando en Escocia, entre a esta nueva empresa en julio de 2013. “En Glasgow llegaba a la oficina y no paraba hasta la hora de comer. muchos de mis  compañeros lo hacían delante del ordenador y aprovechaban para mirar el correo, el periódico, etc… Después de la hora de salida nadie se quedaba haciendo horas extra”, recuerda. 

En España, es diferente: se llega, se saluda, se lee el periódico, se toma un café con algún compañero y se sale más tarde. “Hay que llenar las horas, porque nadie es capaz de estar diez horas produciendo”, añade un trabajador  que entró en la compañía con el horario intensivo ya instaurado. “Por eso se buscan distracciones”.

Paz Montes, de 47 años, en el departamento de suministro, vivió el cambio. Una década después de comenzar a trabajar en la eléctrica asistió a la reforma del convenio colectivo. “La propuesta fue de la empresa”, recuerda. “Se vivió con cierto escepticismo. Pensábamos que pretendían eliminar el formato intensivo de verano. Cuando nos dijeron que su propósito era extenderlo, fue una sorpresa”. Pero no por ser grata, la medida se iba a librar de las críticas. Primero, las de los sindicatos: se quejaban de que esta propuesta implicaba un aumento anual de 15 horas laborales. Luego, las de algunos directivos, que tenían miedo de salir del despacho y que no hubiera nadie; una especie de fobia a la oficina solitaria. Y por último, las de algunos trabajadores que no sabían cómo gestionar un tiempo al que no estaban acostumbrados.

"Un empleado que está más contento rinde más”, dice un responsable:

“Cuando llevas 30 años con un tipo de horario, cuesta”. “Es un cambio de cultura laboral importante”. “¿Puedo no hacer la jornada intensiva?”, llegó a plantear algún empleado. Pilates, natación, inglés… Al poco de concentrar el trabajo, en los pasillos se comenzó a hablar de actividades extralaborales. “No sé si alguien se llegó a apuntar a alguna”. Al poco, nadie quería ni oír hablar de pasar la tarde frente al ordenador. “La adaptación fue fantástica”, dice el director de recursos humanos. “Y no generó ningún tipo de coste para la empresa”. “Los empleados se han concienciado de que tienen que aprovechar bien el tiempo para sacar el trabajo y salir a su hora”. “Evitan interrupciones y concentran el esfuerzo. El resultado: la productividad es mayor”.

Nuestra vida está marcada por el tiempo. Además del horario laboral, que articula el día, nos marca el ritmo vital la manera en la que organizamos nuestro tiempo libre (horario personal) así como el horario de la sociedad: aquellas horas en las que se puede comprar, ir al cine o cenar en un restaurante. “En España, al tener más horas de luz y la posibilidad de realizar actividades casi a cualquier hora, la gente no tiene tanta prisa por irse a su casa”. 

“Se trata de un modelo muy arraigado; la sociedad está acostumbrada a horarios muy largos. Por eso, pasamos muchas horas en la oficina y no siempre trabajando”. Es común calentar la silla: llegar antes que el jefe y marcharse después. Ocho de cada diez trabajadores dijo trabajar horas de más en 2012, según un estudio de la empresa de recursos humanos Randstad. Y el 76% de los que alargaban su jornada reconocía no hacerlo por carga laboral sino por puro presentismo. “A nosotros nos ha cambiado la mentalidad”. “Si cumplimos, podemos irnos pronto”.

"Cambiar el horario cuesta al principio"

Casi la única queja que se puede sonsacar a los empleados en relación con el horario es que algún día su salida se retrasa. “Cuando acabas a las seis de la tarde, si algo se complica, las probabilidades de salir a las ocho son elevadas”. 

“En cambio, si tu jornada acaba a las tres, aunque te alargues sigues saliendo pronto. Desde que hicimos el cambio, puedo contar con los dedos de la mano las veces que me he quedado hasta tarde.

 Saber que dispones de tiempo para ti te da un cambio de perspectiva. Vengo a trabajar más contenta y más tranquila”. “Si los empleados están más contentos, sin darse cuenta trabajan más”. Desde Rational Time, consultora sobre la organización del tiempo, lo corroboran: “Una mala gestión de los horarios laborales y la carencia de medidas de flexibilidad puede acarrear un impacto negativo importante en las empresas”.

“Conciliar es armonizar tu vida profesional con la personal”. Es madre de dos hijos. El primero lo tuvo con el horario habitual; el segundo, tras el cambio. “A nivel de estrés, al segundo casi ni lo noté”, recuerda. “No tenía que hacer malabares con el tiempo”. Al igual que algunos de sus compañeros, ella come en la oficina y sale un poco más tarde. “Nos permiten adaptar el horario a nuestra vida”, dice. Los trabajadores controlan su tiempo, y eso les da sensación de libertad.“Notamos la envidia de la gente”, dice con sobreactuada seriedad. Opina que este modelo debería extenderse al resto de empresas: “Creo que mucha gente trabajaría mejor así”. Varias compañías han pedido información sobre las medidas que se han aplicado en la eléctrica. “En 2015 vamos a firmar el nuevo convenio y no tenemos ninguna duda: nuestro compromiso sigue adelante”.

“Creo que las nuevas generaciones de trabajadores acabarán presionando para que se promuevan acuerdos semejantes y esto se generalice”. Va siendo hora de despedirse. Llevan mucho tiempo fuera de su puesto de trabajo. A todos les queda alguna tarea pendiente. Y todos quieren irse a las tres de la tarde.

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